Carlota Robelo (en primer término), junto a su equipo de trabajo
Además de arquitecta y coruñesa, la autora del Bulevar del Papagayo residió en San Andrés. Padeció la falta de aparcamiento en carne propia y de niña tenía prohibido caminar por la acera de Panaderas que lindaba con el barrio chino. El apellido Robelo, enraizado en la capital herculina desde 1710, está vinculado al Circulo de Artesanos o al Teatro Rosalía de Castro. Carlota reivindica la figura de Milagros Rey Hombre, la mujer que pasa por ser la pionera de la arquitectura en Galicia, y está orgullosa por haber afrontado “una oportunidad profesional única a pesar de sus sinsabores”. De estercolero y nido de jeringuillas, el Papagayo se ha transformado en un Bulevar con viviendas, oficinas, área comercial y plaza pública que pretende dinamizar el centro urbano herculino ante el asentamiento de grandes superficies en la periferia. Carlota Robelo es, además, una firme defensora de la peatonalización como método para mejorar la calidad de vida de las ciudades y potenciar el comercio.
Leer entrevista... P.- Aunque está de moda la paridad en todos los ámbitos, no parece que haya muchas arquitectas.
R.- Ahora hay muchas más. Cuando empecé nos matriculamos trescientos y pico alumnos, el año que más gente entró en Arquitectura, y las mujeres no llegábamos a la veintena.
P.- Pero hay muy pocas arquitectas… llamémosles “mediáticas”.
R.- Es muy conocida la iraquí Zaha Hadid, aunque es mundo aparte. Para proyectar y construir esas “maravillosas locuras” hay que tener además de imaginación, un gran respaldo económico.
P.- ¿Y en el ámbito gallego?
R.- Aquí hay pocas referencias. Mujeres como Milagros Rey Hombre, la hija de Rey Pedreira, fue pionera de la arquitectura en Galicia. Esa mujer peleó muy duro cuando era única y eso tiene un gran mérito. Durante mucho tiempo las arquitectas se metieron en la administración y no se dejaron ver mucho pero ahora hay arquitectas jóvenes que están abriendo caminos muy interesantes en la profesión libre.
P.- ¿Cómo se desenvuelve Carlota Robelo en el tajo?
R.- Cuando voy a la obra del Bulevar, las mujeres se reducen a la coordinadora de seguridad y yo. Bueno, hay una decoradora y el personal administrativo, pero el resto son todo hombres y por allí han pasado cientos de personas. Sí, sigue siendo un mundo de hombres. Hay otra obra en la que tengo una gruista, una señora gruista, y el otro día me hizo gracia cuando uno de los obreros, uno de los de más edad, le dice a otro que llevaba un carretillo: “Será posible que teño que pelexar na casa ca muller e chego aquí e teño que pelexar con outra”.
P.- Y además de arquitecta, usted es coruñesa…
R.- El más coruñés era mi padre, que falleció el año pasado y se quedó sin ver algunas cosas de todo esto. Estuve investigando y mi familia vive en Coruña desde 1710. La presidenta del Círculo de Artesanos me dijo que llevaba tiempo investigando a los Robelo porque así se apellidaban varios socios fundadores del Círculo. Parece ser que el Teatro Rosalía de Castro fue idea de un Robelo, un hermano de mi bisabuelo. En fin, los Robelo siempre estuvieron colaborando en sociedades y patronazgos de nuestra ciudad, pero el caso es que eran republicanos, y hubo una época antes de la guerra en que eso tuvo su prestigio, aunque después… en fin.
P.- A una arquitecta coruñesa le encargan recuperar la zona más degradada de su propia ciudad. ¿Cómo afronta la experiencia?
R.- Siempre hubo la intención de eliminar el barrio residual, porque el Papagayo literario de Camilo José Cela desapareció hace cuarenta años. Cuando yo entré allí, ¡uff!, cuando tiraron las casas y cerraron las calles Papagayo y Tabares, abrías la valla y veías agujas de jeringuillas como alfileres. No se puede decir muy alto pero había gente que lo utilizaba de estercolero. La calle Tabares, que medía 1,70 de ancho, estaba de basura hasta el primer piso. Claro, allí había gatos y ratas. Es decir, no sólo se trataba de edificios en muy mal estado: es que se había convertido en un vertedero en el centro de la ciudad. El saneamiento era imprescindible para cualquier político con algo de sentido común.
P.- ¿Qué ha sido lo más complicado de esta construcción?
R.- La existencia de la Iglesia de la Virgen de las Maravillas, pequeña joya del barroco gallego atribuida a Casas y Novoa y con más de 200 años de antigüedad. Debo decir que el monumento acabó respondiendo estupendamente. Y ya en un plano más general, los explosivos. Digo esto sabiendo del tema por propia experiencia. Mis padres vivieron junto a la cantera de Santa Margarita y ahí dinamitaban un día sí y otro también. Me pasé media vida estudiando en bibliotecas por culpa del ruido. El problema de verdad fue que aburrimos al personal. Si la excavación llega a durar dos años, como la mayoría, no hubiera tenido tanta incidencia mediática. Las complicaciones surgieron entre el segundo y el tercer año cuando además se produjo el hundimiento en el barrio del Carmel de Barcelona. El agotamiento de los vecinos y la asociación de excavaciones disparó una alarma social totalmente infundada. En ese momento estábamos en el sexto sótano y ya no existía riesgo alguno para los colindantes y nuestra excavación era abierta y en roca dura, muy diferente del túnel en terreno blando del Carmel. Nada que ver.
P.- Hablamos de la profundidad del aparcamiento.
R.- Sí, dio lugar a un boom periodístico, pero al final, la esencia del proyecto, la cuestión técnica, no fue analizada por nadie. En serio, nadie se preocupó por si se tomaron las medidas adecuadas de seguridad y medios materiales, nadie investigó en la calle si era una excavación segura o no. Lo importante era hacer otro tipo de ruido, ruido mediático, y eso es muy difícil de contrarrestar porque no puedes razonar con la gente uno a uno. Hubo quien habló desde el desconocimiento total, sin haber pisado la obra ni preguntado a los técnicos, confundiendo términos y dando lecciones que no tenían nada que ver con esta obra. A veces estas cosas te desesperan pero lo importante era hacer las cosas bien y creo que se hicieron inmejorablemente.
P.- Una estructura con ocho plantas de profundidad… ¿hay algo similar en Galicia?
R.-. No, ni creo que en toda España. La empresa que se encargó de los anclajes me comentó que Valencia cuenta con un aparcamiento de siete plantas. Es lo más parecido.
P.- Entonces se trata de una construcción única.
R.- Yo creo que sí y, sin embargo, no es excepcionalmente complicada. He hecho obras menos espectaculares pero mucho más difíciles, más arriesgadas, y digo esto con pesar porque se pasa muy mal cuando hay riesgos. A lo mejor esas obras tenían sólo un sótano o dos... Hay cosas que la gente no ve. Por ejemplo, con un solo sótano que esté debajo de las cimentaciones de las casas colindantes se puede hacer peligrar las casas de al lado y eso es lo que ocurre todos los días. Pero no podemos renunciar a guardar los coches bajo tierra.
P.- ¿Y la importancia del terreno?
R.- Es que si el terreno es malo… ¡uff!, a lo peor no eres capaz de contener con el primer sótano las casas. Y si eso se produce, cuanto antes salgas de ahí mejor. Pero cuando el terreno es como éste del Papagayo, que es roca y durísima, pues estoy mucho más segura en el octavo sótano que en el segundo. Tiene las dificultades técnicas de sacar el material y tener que hacer unas rampas gigantescas, meter una grúa especial o fabricar volquetes especiales. Son medidas técnicas excepcionales, pero riesgo ahí abajo, ninguno.
P.- Un parking en el centro, ¿en qué medida puede paliar los problemas de tráfico?
R.- Vamos a ver, aunque son muchas plazas, casi mil, antes de empezar el proyecto hicimos un estudio de la zona. El resultado fue el siguiente: más de 400 viviendas sin garaje en un radio inferior a 300 metros. Cuando vivía en esta zona, tenía que aparcar en un garaje inmundo de Juan Canalejo donde se amontonaban los coches. Y luego para sacarlo era un lío. Así que daba vueltas por el barrio en busca de estacionamiento porque prefería aparcarlo en cualquier sitio ante que en el garaje, sobre todo al mediodía. Daba vueltas y veía otros coches dando más vueltas. Eso es un gasto de gasolina, un incordio para el tráfico y un estrés para el conductor. Pero si dispones de un parking moderno en la zona de residencia, ganas en seguridad y comodidad, te ahorras combustible y quebraderos de cabeza. De ahí que el alquiler de plazas en el aparcamiento del Bulevar esté pensado para la gente de la zona. Hay plazas de alquiler y para los residentes-propietarios, como se deduce de la obligación de vincular una plaza a cada vivienda, aparte de las llamadas ‘plazas de rotación’ (750) vinculadas al área comercial y al centro de la ciudad.
P.- ¿Se ha fijado en otras ciudades?
R.- Los aparcamientos de Francia y Alemania suelen estar pegados a la zona histórica. Aquí estamos maravillosamente porque si quieres ir a la Calle Real, puedes dejar el coche en el Bulevar. Y lo puede dejar cualquiera, desde un turista a un coruñés.
P.- Da la sensación de que su mirada supera al propio Bulevar del Papagayo, de que tiene una visión global del centro coruñés.
R.- La ordenación del tráfico exige respuestas conjuntas. El casco histórico de Florencia tiene un kilómetro de ancho y la gente va caminando a todas partes. Coruña es un istmo donde, desde la calle San Andrés hasta el paseo marítimo hay 200 metros y otros 200 hacia el otro lado, es decir, sólo 400 metros de distancia entre puerto y paseo marítimo en el peor de los casos. Todo eso se puede peatonalizar. La zona de Cordonería me parece invivible, sobre todo por donde van los buses a Panaderas: ahí la gente asmática tiene que escapar, se ahoga directamente porque, además solo hay una acerita de 60 centímetros que te obliga a pegarte al portal de al lado cuando pasa el bus. ¿Y por qué tenemos que meter los autobuses por San Andrés? Yo creo que si le quitan los vehículos, San Andrés se convierte de repente en un paraíso. Y si le ponen unos arbolitos más, como era en origen, puede ser una calle de paseo muy agradable, con una vida comercial muy intensa. Menos mal que nos vamos sacudiendo el pánico a peatonalizar. De hecho, el mercadillo del Soho-Orzán va buscando eso, que el peatón disfrute de su ciudad.
P.- ¿Qué le parece el proyecto de peatonalizar Juan Flórez llevando el tráfico por un subterráneo?
R.- Muy interesante. Es costoso y reviste importantes problemas técnicos, pero también la gente está harta de tener el coche delante de las narices. El ciudadano quiere calidad de vida. Llevamos muchos años haciendo todo para el coche y esto tiene que cambiar. El desafío pasa por encontrar acomodo a los vehículos para disfrutar de la ciudad como peatones.
P.- En cuanto a zonas verdes, ¿qué puede representar el Bulevar para A Coruña?
R.- Mucho. Precisamente en Pescadería no hay espacios hasta el Paseo Marítimo o los jardines de Méndez Nuñez. Pescadería es una trama de calles muy estrechas, y yo lo sé bien porque viví en San Andrés. Cuando mi hijo era pequeñajo no sabía adónde llevarlo, y huía de San Andrés, que para mí está llena de tráfico, con mucho carburante en el aire. Entonces iba siempre a los jardines de Méndez Núñez pero en mi barrio no podía pasear al niño, no podía estar. Ojalá existiera entonces el Bulevar, un lugar con una gran ventaja, ya que es peatonal y al estar rodeado de edificación tú no ves los coches ni el niño se te escapa hacia los automóviles.
P.- ¿Cómo definiría la plaza del Bulevar del Papagayo?
R.- Dirán muchas cosas pero para mí es muy gallega. Es cerrada, con porches, de piedra y eso es muy típico. Aquí, debido al viento y a la lluvia, todo el mundo busca, todos buscamos, lugares abrigados. El caso es no hay mucho donde elegir y más ahora que se lleva la arquitectura abierta, con edificios en el centro rodeados de jardines. De ahí que cuando sopla el viento, no paremos y tengamos que meter al niño en el bar. El Bulevar, sin embargo, tiene una plaza protegida fundamentalmente del viento y muy bien orientada porque le pega el sol prácticamente todo el año. En resumen, una plaza segura, protegida y soleada.
P.- La Alameda de Hércules sevillana, otra zona degradada, se revalorizó un 400% tras recuperarla. ¿Cuánto puede revalorizarse el entorno del Papagayo tras esta actuación?
R.- Mucho, muchísimo, de la nada al todo. Aunque la calle Panaderas siempre fue una zona de paso hacia el centro, la gente huía del margen derecho, sobre todo las niñas. Recuerdo que corríamos a la Escuela de Idiomas y siempre íbamos por la acera de enfrente, por si acaso. Se revaloriza tanto como decir que unas calles estrechas y marginales pasan a ser uno de los pilares del centro urbano; sobre todo si habilitan San Nicolás, o mejor dicho, ese trocito de calle con edificios abandonados y que es el cordón umbilical entre la calle Real y el centro actual con Panaderas. Ese trecho sin arreglar hace de barrera en vez de servir de unión.
P.- ¿Por qué pasaba su idea filosófica de recuperación de la zona?
R.- Lo primero que miras es el emplazamiento, ya que tiene que ser una actuación adaptada al entorno. No es lo mismo actuar en A Grela, donde al lado tienes una nave industrial, que en un casco histórico.
P.- Entonces, por un lado hubo una adaptación total al entorno y por otra una reordenación.
R.- Sí, por supuesto, y evitar la sensación de frontera entre ricos y pobres, o entre nuevos y viejos que puede crear el desnivel entre los grandes edificios de Zalaeta y las casitas antiguas de Pescadería. Por eso la plaza tiene un nivel intermedio entre las calles Hospital y Panaderas, y no por un asunto especulativo, como se dijo. Es más: aquí perdimos una altura y tres metros de fondo para aumentar de ancho la plaza y crear unas fachadas más ordenadas. Pero ganamos una plaza preciosa y esos tres metros de ancho se regalaron a la ciudad a cambio de nada.
P.- ¿Es cierto que le ha dado un papel muy importante a la accesibilidad?
R.- Sí, con rampas de comunicación por todos lados. Los ascensores superan en amplitud la propia normativa de minusválidos. Yo estoy muy sensibilizada con este tema porque mi padre, que era un hombretón, estuvo al final en silla de ruedas. Esta es una ciudad incómoda por las pendientes, pero no cuesta tanto hacerla más accesible.
P.- Aparte del aparcamiento y la plaza están las viviendas, las oficinas y el área comercial.
R.- Sí, las oficinas están en la primera y segunda planta de los edificios altos que dan a la calle Hospital. También se baraja la idea de emplazar allí una clínica con todos los servicios. El fondo de la cuestión pasa por crear un barrio residencial dinámico. El área comercial tiene sus accesos y su propia energía pero tiene que haber vida en todas las zonas.
P.- Entonces… ¿vuelve el centro?
R.- El parking está situado en un lugar estratégico y es un servicio que supera al propio Bulevar. El área comercial debe ser un claro dinamizador y generador de riqueza para el centro. Y más ahora que las grandes superficies están creciendo como hongos en la periferia. El centro necesita una inyección de adrenalina, así que debe espabilar y buscar su propio crecimiento. El centro de A Coruña no es muy grande, es más bien pequeño y todas las sinergias son pocas.
P.- El actuar en una zona en la que incluso ha vivido, el estar tan implicada, ¿cómo afecta emocionalmente al arquitecto?
R.- Pues imagínate… residí y trabajé bastantes años en este barrio. Es más, mis abuelas vivieron en la zona cuando no era un barrio de prestigio. Por tanto, la experiencia me dio las pautas de partida. Yo sabía que las niñas y no tan niñas no debían pasar por determinada acera de Panaderas, y que la gente suele dar muchas vueltas buscando aparcamiento y dejando el coche en Zalaeta. Ahí aparcaba yo muy a menudo, con lo cual, plazas que tendrían que ser vivideras no lo son, son aparcamientos en superficie. Y también sé que es muy agradable pasear por la calle Real porque no padeces el viento del Paseo Marítimo. Por el Paseo Marítimo se va estupendamente cuando hace buen tiempo pero si no… ni por el soportal.
P.- Está acostumbrada a las dificultades.
R.- El Bulevar del Papagayo, aparte de sus sinsabores, ha sido una oportunidad profesional única. En general, en Galicia tenemos fama de construir muy bien, supongo que por las inclemencias meteorológicas. Aquí apenas hay grandes siniestros de edificios por estructuras, la mayoría de los problemas se reducen a fisuras y humedades.
P.- Llama la atención la cúpula interior, ¿en qué se inspiró?
R.- Ah, bueno, evidentemente todos trabajamos con la memoria, con el consciente y el subconsciente. Quería dar una sensación de contacto con el exterior, de comunicación en altura, al estilo de un lucernario.